Cuando pensamos en incendios, lo primero que se nos viene a la mente son los bomberos, las sirenas, los extintores. La acción. Pero hay otro tipo de protección que actúa antes de que llegue la ayuda. Que no hace ruido, pero lo cambia todo. Se llama protección pasiva contra incendios y, aunque muchas veces pasa desapercibida, puede marcar la diferencia entre una evacuación segura y una tragedia.
Su objetivo principal es compartimentar el edificio en sectores de incendio y mantenerlos aislados durante un tiempo determinado (30, 60, 90 o incluso 120 minutos).
Esto permite:
✅ Ganar tiempo para evacuar a las personas
✅ Facilitar la intervención de los equipos de emergencia
✅ Reducir daños materiales y estructurales
✅ Cumplir con las exigencias del Código Técnico de la Edificación (CTE)
La protección pasiva está compuesta por todos aquellos elementos constructivos que tienen como objetivo prevenir la propagación del fuego y del humo dentro de un edificio.
A diferencia de los sistemas activos (como extintores, rociadores o alarmas), la protección pasiva no necesita intervención humana ni energía externa para funcionar. Está siempre ahí, esperando. Preparada.
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